jueves, 24 de septiembre de 2020

La asignatura de Religión… y volverán los carroñeros

Antonio Roura. Director de Religión y Escuela

Cada inicio de curso ocurre lo mismo. Siempre hay algún medio de comunicación al acecho, alguna asociación o grupo laicista, algún sindicalista que espera la menor incidencia o dificultad organizativa para, descontextualizando, llegar inmediatamente a la conclusión de que la clase de Religión y el profesorado generan problemas añadidos a las escuelas y que su presencia en los sistemas escolares es, ¡vaya por Dios!, un elemento segregador y molesto que hay denunciar.

Cualquier nimiedad se magnifica, cualquier mínima complicación organizativa  –de las que  provoca la gestión de cualquier asignatura– parece ser, cuando se trata de la enseñanza de la religión, una muralla infranqueable, una tarea ímproba que llena de razones a algunos para pedir lo de siempre: la religión fuera de la escuela.

Pero la realidad no es así. En la mayor parte de nuestros centros educativos públicos hay equipos directivos que quieren hacer bien su trabajo, y lo hacen; que dedican lo mejor de sí mismos y mucho tiempo extra para garantizar un inicio de curso que facilite la tarea de todos los profesores, que permita atender a las necesidades e itinerarios de los alumnos y que cumpla la legalidad. Entre sus funciones –así lo entienden y lo cumplen–, está garantizar que la asignatura de Religión tenga el encaje académico que establece la ley. Esa es la normalidad.

Cualquier incidencia por la que un equipo directivo, arbitrariamente –por facilitarse la tarea o por objeción ideológica–, deje de ofertar la asignatura a alumnos que la han pedido en la matrícula, debe ser, en mi opinión, denunciada por el cauce administrativo ordinario, al Servicio de Inspección correspondiente.

Denunciar cualquier interpretación restrictiva de la legislación, cualquier mala práctica de los equipos directivos, es tarea, como hacen los demás miembros del claustro, de cada profesor de Religión que debería contar con la ayuda y consejo de los sindicatos. Sacar de ahí este debate es hacerle el caldo gordo a los que quieren problematizar para expulsar.

Desviar la atención

No hay razón para “culpabilizar” a la clase de Religión como causa de los males del inicio de curso. Organizar los itinerarios, las optativas, los refuerzos, los desdobles también suponen un enredo añadido a los equipos directivos pero no por eso piden que Inglés, Latín, Música o Plástica salgan fuera de la escuela.

Ahora mismo, en esta coyuntura de inicio de curso, no deberíamos permitir que algunos carroñeros trasladen el debate de lo realmente importante: garantizar un inicio de curso con los recursos humanos y materiales necesarios que permitan a las instituciones educativas acompañar al alumnado en un momento tan crítico en el que necesitan aprender a cuidar y cuidarse, proyecto académico y esperanza.